Es derecho básico del chileno manifestarse en contra de lo que siente una arbitrariedad. Hemos salido a las calles a reclamar por la inequidad, el abuso y el desparpajo. Queremos en forma de carácter inmediato un nuevo gobierno. Pero no es lo mismo un llamado a derrocar al gobernante, que un llamado a erradicar la forma en que somos gobernados. En cada una de las manifestaciones populares hemos sido reprimidos brutalmente, lamentando muertes y heridos graves, daños a la propiedad pública y privada, detenciones injustas y amedrentadoras intervenciones a nuestra cibernética expresión.
La represión gubernamental plantea una paradoja.
Es mercenaria. Porque los que fueron elegidos por voto popular le pagan a los aparatos represores para que nos repriman, con los dineros de nosotros los votantes.
Además percibe un lucro indebido, y no menor, ya que el pertrecho para realizar estos actos brutales en contra de su misma esencia (democracia), es vendido por empresas que obtienen utilidades con el uso de los elementos disuasivos Desde cascos, escudos, lumas, hasta vehículos, bombas, gases y sistemas de última tecnología de monitoreo de redes.
Y por último, la inestabilidad social es caldo de cultivo para instaurar un gobierno de facto. Experiencia que a 37 años de haberla sufrido, aún estamos con sicólogo de tiempo completo.
No es difícil concluir quienes son los dueños de estas empresas y quienes serían los fácticos. O lo felices que se ponen a la hora de los disturbios. Tampoco es difícil imaginar en la de reparación de los destrozos. La alegría de esos alcaldes que tienen contratos de mantenciones municipales con razón social a nombre de terceros o en SpA para esconder su participación directa, al cobrar facturas inverosímiles y de montos desconocidos a sus propios municipios, pagadas obviamente con plata de esos mismos apaleados contribuyentes.
Entonces las manifestaciones callejeras públicas y tan masivas como las que se han realizado, lejos de producirles una incomodidad a sus conciencias, producen un lucro indebido a los causantes de nuestro rechazo.
Estas expresiones valientes que son ni más ni menos la voz legítima del sentir chileno, han demostrado claramente la fuerza de la unión y el hartazgo de una mayoría pacífica, reflexiva y madura. Hoy debemos mostrar nuestro sentir sin tener que lamentar heridos, detenidos ni daños, ocupando otra forma de rechazar decisiones que nos afectan profundamente y de las que se niegan hacernos partícipes. Y esa forma es impidiendo que lucren con nuestra desazón.
Los muertos, los heridos, golpeados y detenidos no son ni de izquierda, centro o derecha. Estudiantes o pacos. Son nuestros. De nosotros los mayoría. A los que sólo nos han mentido con sueños para ganarse un voto. Pero la sangre en las calles nunca será de alguno de ellos.
Llamo a ocupar también otra estrategia. Atacar donde les duele. Sus bolsillos. Llamo a la Inmovilización Nacional. Sentados desde nuestras casas. Un día entero sin salir, un día entero sin consumir. Desde el pan hasta la parafina comprarlas el día anterior. Licencias, me quedé dormido, guatita mala, no habían micros para llegar a manejar la micro. No sonó el despertador, el perro ladró toda la noche. Todas esas excusas que hemos usado, usarlas en forma simultánea un día programado por todos.
No es posible que el congreso chileno legisle el castigo a un ciudadano por no ir a votar por uno de ellos y no penalice una falta tan grave como es hacer caso omiso a la votación de la ciudadanía, designando desde una tómbola arreglada el nombre de senadores o diputados que deberán representar a un grupo de connacionales.
El CHILE que nos pertenece y al que nos debemos, no lo podremos construir nunca para todos, si unos pocos se empeñan en dejárselo para sí.
Erradicando ésta absurda forma de gobernar, que se viene arrastrando por años, nos sanaremos Le hará bien a la clase política que desprestigio ya no le cabe más. De poder decir me equivoqué votando por éste, la próxima no le voto.
A la economía, porque 17 millones consumiendo moderadamente producen más utilidad que unos pocos miles consumiendo sin freno.
Al equilibrio social porque se construirá un país de diálogo franco y puertas abiertas.
Al fin seremos capaces de tener un país ancho, donde quepamos todos. Sentirnos orgullosos y también responsables de hacerlo crecer.
¿Es tan difícil de entender que un CHILE feliz produce más que 250 congresistas contentos y que le rinden cuenta a 10 poderosas familias, pero con nuestro voto?
En forma pacífica, Inmovilicémonos sentándonos un día y ellos amanecerán de rodillas.
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